Tienes que empezar a pagar por tus pecados
Hola Tristán.
¿Recuerdas aquella vez que fuiste en Madrid a la presentación de aquella película tan mala?
Yo si. Había mucha gente guapa, bien vestida, maquillada, como en un entierro, pero sonrientes, en el entierro de Hitler. Todo el mundo se conocía y tu solo conocías al amigo que te había invitado a asistir. Te presentaron a muchas personas y con todos fuiste encantador. Bueno, era normal ser encantador; en aquella época querías ser guionista de cine.
Antes de la proyección hubo unos pinchos, muy pequeños, servidos por camareros muy pequeños, al gusto de egos tan grandes, y tú casi no comiste, aunque llevabas casi sin comer nada desde el día anterior (esa vida bohemia que llevabas...). De hecho seguramente sobró mucha comida ya que todo el mundo comía tan poco como tú. Había que ser correcto y mientras una señora de abrigo de visón te hablaba de gilipolleces que no te interesaban lo más mínimo, y tú asentías, como un muñeco de esos de coche que mueven la cabeza con cada frenazo, sonriente, solo pensabas en comida, en esas bandejas, en cuántos pinchos llevabas comidos, y por el rabillo del ojo vigilabas al camarero.
Luego vino la película, el cine estaba abarrotado, habría unos 1000 invitados, y los primeros planos, que ya presagiaban que sería mala y pretenciosa.
Apareció en pantalla el actor protagonista, impecable, elegante, primerísimo primer plano, y todo el mundo aplaudió fervorosamente.
Luego la actriz protagonista, una tía guapa, interesante, marcando pezón, como quien no quiere la cosa y nuevamente hubo un estruendo de aplausos.
Estaban en una cafetería hablando, como preocupados. La camarera se acercó a los dos y dijo ¿queréis algo de desayunar?, y ellos sin mirarla pidieron dos cafés. De pronto del fondo de la sala llegaron unos aplausos y unos vítores solitarios, ¡guapa!, gritó una voz de señora.
Alguien, espero por dios que no fuera el director, gritó ¡Un respeto señora¡
La señora contestó contenta ¡Es que es mi niña!
Y la voz dijo, más alto aún, como para hacer más daño ¡Pues apláudala en casa mientras le sirve un café y no nos de el coñazo!
Y todo el mundo, los 1000 putos invitados, rieron la cruel graciosaza, y tú entre ellos, y la señora ya no contestó más.
¡Maldito hijo de puta!¡Un puto respeto a la señora!¡cretino de mierda!, podías haber gritado al gilipollas graciosillo. Podías haberte levantado e irte ofendido, podías haber aplaudido a la camarera, podías haber hecho muchas cosas y no las hiciste, ni tú ni nadie.
La mierda de película continuo, pero tu ya no la veías. Te imaginabas a la pobre señora avergonzada, junto a su estúpido marido, que seguramente la miraría con mirada recriminatoria y le clavaría satisfecho ese no se te puede sacar de casa. Te la imaginabas vestida con sus mejores prendas, las de la boda de su sobrino, poniéndoselas, contenta, resplandeciente, por la tarde, antes de la proyección, encantada de ser la madre de una actriz, sintiendo que esta partida se la había ganado a su bestial marido que tanto se había disgustado cuando su tesoro dijo que no quería estudiar peluquería sino arte dramático, siendo, por una vez en su vida, la vencedora indiscutible.
Y todo para que un maldito hijo de puta al que le deseo al muerte y 1000 hijos de puta más, tu el más hijo de puta, cobarde, se rieran a costa de ella, de sus sueños, de sus ilusiones, como diciéndole que ese no era sitio para una maruja, por ser la más sincera en su admiración de todos los que allí había.
Y la película acabó, y mientras todo el mundo salía del cine tú buscabas a la pobre señora para pedirle perdón, para abrazarla y decirle con lágrimas en los ojos perdóname mamá.
Pero no la encontraste.
Tienes que empezar a pagar tus pecados, pequeño Tristán, uno a uno, hasta que desaparezcas de la faz de la tierra.
¿Recuerdas aquella vez que fuiste en Madrid a la presentación de aquella película tan mala?
Yo si. Había mucha gente guapa, bien vestida, maquillada, como en un entierro, pero sonrientes, en el entierro de Hitler. Todo el mundo se conocía y tu solo conocías al amigo que te había invitado a asistir. Te presentaron a muchas personas y con todos fuiste encantador. Bueno, era normal ser encantador; en aquella época querías ser guionista de cine.
Antes de la proyección hubo unos pinchos, muy pequeños, servidos por camareros muy pequeños, al gusto de egos tan grandes, y tú casi no comiste, aunque llevabas casi sin comer nada desde el día anterior (esa vida bohemia que llevabas...). De hecho seguramente sobró mucha comida ya que todo el mundo comía tan poco como tú. Había que ser correcto y mientras una señora de abrigo de visón te hablaba de gilipolleces que no te interesaban lo más mínimo, y tú asentías, como un muñeco de esos de coche que mueven la cabeza con cada frenazo, sonriente, solo pensabas en comida, en esas bandejas, en cuántos pinchos llevabas comidos, y por el rabillo del ojo vigilabas al camarero.
Luego vino la película, el cine estaba abarrotado, habría unos 1000 invitados, y los primeros planos, que ya presagiaban que sería mala y pretenciosa.
Apareció en pantalla el actor protagonista, impecable, elegante, primerísimo primer plano, y todo el mundo aplaudió fervorosamente.
Luego la actriz protagonista, una tía guapa, interesante, marcando pezón, como quien no quiere la cosa y nuevamente hubo un estruendo de aplausos.
Estaban en una cafetería hablando, como preocupados. La camarera se acercó a los dos y dijo ¿queréis algo de desayunar?, y ellos sin mirarla pidieron dos cafés. De pronto del fondo de la sala llegaron unos aplausos y unos vítores solitarios, ¡guapa!, gritó una voz de señora.
Alguien, espero por dios que no fuera el director, gritó ¡Un respeto señora¡
La señora contestó contenta ¡Es que es mi niña!
Y la voz dijo, más alto aún, como para hacer más daño ¡Pues apláudala en casa mientras le sirve un café y no nos de el coñazo!
Y todo el mundo, los 1000 putos invitados, rieron la cruel graciosaza, y tú entre ellos, y la señora ya no contestó más.
¡Maldito hijo de puta!¡Un puto respeto a la señora!¡cretino de mierda!, podías haber gritado al gilipollas graciosillo. Podías haberte levantado e irte ofendido, podías haber aplaudido a la camarera, podías haber hecho muchas cosas y no las hiciste, ni tú ni nadie.
La mierda de película continuo, pero tu ya no la veías. Te imaginabas a la pobre señora avergonzada, junto a su estúpido marido, que seguramente la miraría con mirada recriminatoria y le clavaría satisfecho ese no se te puede sacar de casa. Te la imaginabas vestida con sus mejores prendas, las de la boda de su sobrino, poniéndoselas, contenta, resplandeciente, por la tarde, antes de la proyección, encantada de ser la madre de una actriz, sintiendo que esta partida se la había ganado a su bestial marido que tanto se había disgustado cuando su tesoro dijo que no quería estudiar peluquería sino arte dramático, siendo, por una vez en su vida, la vencedora indiscutible.
Y todo para que un maldito hijo de puta al que le deseo al muerte y 1000 hijos de puta más, tu el más hijo de puta, cobarde, se rieran a costa de ella, de sus sueños, de sus ilusiones, como diciéndole que ese no era sitio para una maruja, por ser la más sincera en su admiración de todos los que allí había.
Y la película acabó, y mientras todo el mundo salía del cine tú buscabas a la pobre señora para pedirle perdón, para abrazarla y decirle con lágrimas en los ojos perdóname mamá.
Pero no la encontraste.
Tienes que empezar a pagar tus pecados, pequeño Tristán, uno a uno, hasta que desaparezcas de la faz de la tierra.
7 comentarios
Tristán Fagot -
Pero, en fin, me quedo con tu visión, yo soy más negativo y no quiero que la pobre señora sufra.
Salud
Paco -
:)
Tristán Fagot -
Arinha:Yo intento sentirme responsable de muchas cosas, sobre todo de las que no he
hecho nada para evitarlas
Afilador:El padre es el único capaz de hacerla sentir mal, su amor y orgullo no decaeran pero tendrá que lidiar con un egoista descerebrado.
Gracias a todos
el afilador -
http://www.afiladorsex.com
el afilador -
Te dejo mi direcion, por si te apetece pasar por mi casa, pero ya te digo que lo mio es mas carnal y visual y posiblemente a los literatos no os interese,
Un saludo y a mi me gustas a si que me tendras silbando amenudo.
aarinha -
qué tierno. Me encanta que alguien se sienta responsable de algo en este mundo. ¡Viva el sentimiento de culpa en el mundo de la inmoralidad vacuna!
Brother From New York -