Asturias
Mis tristanterias se especializan. Se centran. Hoy: Asturias (siento nostalgia)
Todos los asturianos que vivimos fuera de Asturias sentimos nostalgia por un gaitero tocando en lo alto de un acantilado. Lo curioso es que ninguno hemos visto nunca un gaitero en tales circunstancias y, es más, no nos gusta la gaita. Quizás en eso consista el nacionalismo; en idealizar cosas que nunca hemos vivido, en crear nuestra propia mitología y simbología, en decir yo no soy como vosotros, yo soy verde y húmedo, yo vengo de una raza distinta, una raza de guerreros que beben sidra en verbenas bajo las estrellas, en un cúmulo de majaderías y de poesía barata que para nada se corresponde con la realidad, pero que nos hace sentirnos especiales, distintos.
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Asturias es:
-Una cajetilla de tabaco desteñida, tirada en una cuneta, cuando volvemos por la mañana a casa, después de una fiesta de pueblo.
-Olor a hierva recién cortada, a hierba quemándose en una hoguera, olor a tierra húmeda, olor a reuma (se puede oler y es muy intenso).
-Farolas y luces multiplicadas hasta el infinito en el reflejo de las calles mojadas
-No ver el horizonte
-Charcos en los que mirarme todas las mañanas y katiuskas con olor a plastidecor.
-El sonido de un cencerro de vaca bajando al oscurecer por el monte, camino de la cuadra
-El sonido de los golpes que los paisanos dan contra la mesa en el bar de pueblo al poner las fichas de dominó o enseñar las cartas
-El calor humano, más humano que lo humano, de una cuadra llena de vacas en invierno, calor de vagina, de vida, de gratitud, donde el tiempo se detiene para que las ancianas puedan contar una y otra vez sus preciosas historias de rapsodas infinitas.
-Bosques como bello púbico en los que no entras sino que penetras, violas con tus pasos.
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Asturias es sin duda una mujer. No una ninfa ni una xana. Asturias es una mujer muy vieja que día tras día mira por la ventana de su pequeña casita como pasan por el camino las personas, los acontecimientos y de vez en cuando recuerda a los hijos que perdió en la guerra, el marido que hace años se murió, a la que le vienen a la memoria, como un cuento no vivido, mientras prepara la cena de cada día, fragmentos de amor en un pajar, de matanzas de cerdo, que intenta recordar como se llamaba tal o cual, aquel de más allá, que hace tiempo se fueron.
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Aunque sea una idiotez me emociono al saber quien fue mi tatarabuelo, mis antepasados, al saber que camino por los sitios que ellos caminaron, que subo la montaña que ellos subieron, que sueño con escapar de esas fuertes raíces de las que intentaron escapar.
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Mi pueblo, visto desde las montañas, de noche, es como una constelación fantástica, llena de pequeñas luces cotidianas. Puedo decir que esto lo he visto. Como puedo decir que seré de los últimos en verlo: los fantasmas poco a poco dejan de ser recuerdos, se están extinguiendo, y son solo fantasmas, nada más.
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Perdóname por no pertenecer a ninguna raza, las razas no existen, perdóname Asturias por huir de ti, por querer evolucionar, perdóname madre por saberme adoptado y dejarte sola en casa, tendiendo la ropa y cuidando a todos tus nietos
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Asturias
un botón en un pantalón vaquero
un vaquero sin pantalones
convertido en jabalí
grito
junto al agujero del viejo roble
tu nombre
Todos los asturianos que vivimos fuera de Asturias sentimos nostalgia por un gaitero tocando en lo alto de un acantilado. Lo curioso es que ninguno hemos visto nunca un gaitero en tales circunstancias y, es más, no nos gusta la gaita. Quizás en eso consista el nacionalismo; en idealizar cosas que nunca hemos vivido, en crear nuestra propia mitología y simbología, en decir yo no soy como vosotros, yo soy verde y húmedo, yo vengo de una raza distinta, una raza de guerreros que beben sidra en verbenas bajo las estrellas, en un cúmulo de majaderías y de poesía barata que para nada se corresponde con la realidad, pero que nos hace sentirnos especiales, distintos.
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Asturias es:
-Una cajetilla de tabaco desteñida, tirada en una cuneta, cuando volvemos por la mañana a casa, después de una fiesta de pueblo.
-Olor a hierva recién cortada, a hierba quemándose en una hoguera, olor a tierra húmeda, olor a reuma (se puede oler y es muy intenso).
-Farolas y luces multiplicadas hasta el infinito en el reflejo de las calles mojadas
-No ver el horizonte
-Charcos en los que mirarme todas las mañanas y katiuskas con olor a plastidecor.
-El sonido de un cencerro de vaca bajando al oscurecer por el monte, camino de la cuadra
-El sonido de los golpes que los paisanos dan contra la mesa en el bar de pueblo al poner las fichas de dominó o enseñar las cartas
-El calor humano, más humano que lo humano, de una cuadra llena de vacas en invierno, calor de vagina, de vida, de gratitud, donde el tiempo se detiene para que las ancianas puedan contar una y otra vez sus preciosas historias de rapsodas infinitas.
-Bosques como bello púbico en los que no entras sino que penetras, violas con tus pasos.
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Asturias es sin duda una mujer. No una ninfa ni una xana. Asturias es una mujer muy vieja que día tras día mira por la ventana de su pequeña casita como pasan por el camino las personas, los acontecimientos y de vez en cuando recuerda a los hijos que perdió en la guerra, el marido que hace años se murió, a la que le vienen a la memoria, como un cuento no vivido, mientras prepara la cena de cada día, fragmentos de amor en un pajar, de matanzas de cerdo, que intenta recordar como se llamaba tal o cual, aquel de más allá, que hace tiempo se fueron.
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Aunque sea una idiotez me emociono al saber quien fue mi tatarabuelo, mis antepasados, al saber que camino por los sitios que ellos caminaron, que subo la montaña que ellos subieron, que sueño con escapar de esas fuertes raíces de las que intentaron escapar.
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Mi pueblo, visto desde las montañas, de noche, es como una constelación fantástica, llena de pequeñas luces cotidianas. Puedo decir que esto lo he visto. Como puedo decir que seré de los últimos en verlo: los fantasmas poco a poco dejan de ser recuerdos, se están extinguiendo, y son solo fantasmas, nada más.
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Perdóname por no pertenecer a ninguna raza, las razas no existen, perdóname Asturias por huir de ti, por querer evolucionar, perdóname madre por saberme adoptado y dejarte sola en casa, tendiendo la ropa y cuidando a todos tus nietos
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Asturias
un botón en un pantalón vaquero
un vaquero sin pantalones
convertido en jabalí
grito
junto al agujero del viejo roble
tu nombre
7 comentarios
Tristán Fagot -
Rediós, todo el mundo es o tiene algo en Asturias.
Salud
Monsieur Destouches -
A man called ·A· -
KENDRA -
odyseo -
Saludos.
lobo FeRoz -
estefanía -
tierra vertical y sin frutos
suspendida sobre la historia
caminos boca abajo
entre las nubes