Diarios Encontrados
Extractos del diario que supuestamente nunca escribió Ramón Gómez de la Serna.
22 de Octubre de 1930
Me abandonan los objetos de vez en cuando, se retraen, se cansan de mí y, como una novia caprichosa, me dejan tirado en este almacén polvoriento que es hoy Madrid.
24 de Octubre de 1930
Siguen sin aparecer, están ausentes, no me hablan. Al levantarme por la mañana entro en el despacho de mi torreón y ya no escucho los aplausos que antes me dedicaban mis queridos objetos. La muñeca de cera ya no pone cara de querer darme un beso y no poder, pone cara de cera sin más. La lapida que un día compre en el rastro ya no contiene el niño que un día fui. Solo hay silencio para mí.
25 de Octubre de 1930
Hoy he creído vislumbrar alguna esperanza de reconciliación. Estaba en el Pombo tomándome una copa muda de ron negrita mudo con mi libro mudo y mi libreta, sin anotaciones en estos días, cuando he sentido que me observaban. Alcé la vista para ver si algún contertulio se había adelantado a la cita al igual que yo. Nada, en Madrid era la hora de la siesta, en el bar era la hora de la siesta, y solo había un camarero que echaba la siesta mientras fingía limpiar la barra. Seguí leyendo, oyendo, por culpa de ese libro sin lengua, ni gato que se la tragara, mi monótona voz nasal haciendo eco, sola, contra la paredes de la catedral barroca que es mi cabeza.
Pero no, no había duda, alguien me observaba. Por el rabillo de mi ojo pude ver que un pequeño espejito, que colgaba en la pared, me sonreía. Ya decidido, lo miré fijamente, y él sorprendido, asustado, apartó la vista. Vi como un espejo más grande a su lado, con marco rococó, que era su padre, lo reñía severamente.
En fin, algo es algo, y de camino a casa, después de la tertulia, cuando ya todas las palabras vertidas habían tornado a sus nidos de golondrina, hasta me pareció que un gato me dedicaba una canción triste que tocaba con una espina de pescado.
28 de Octubre de 1930
Los ojos me impiden, siempre lo han hecho, ser un buen poeta, escribir en verso.¡Hay demasiadas cosas!¡Es todo demasiado grande¡¡Sería como querer guardar todo el Rastro en un bonito armario de madera barnizada! Ni siquiera llevo mi nombre bordado en mi ropa interior.
4 de Noviembre de 1930
Parece ser que estaban de huelga. Picaros. El alma comunista que tienen todos los objetos les impide amar a su patrón, y aunque sea un patrón bueno y comprensible como yo hay que derrocarlo de vez en cuando.
Por lo visto la idea surgió de mi pipa, me lo contó el tabaco. Hay que demostrar a este pequeño-burgués quien manda aquí dijo solemne el caballero Pipa mientras se mesaba su largo mostacho. Tardaron en llegar a un acuerdo, por lo visto, a algunos les daba pena, como el espejito del Pombo, y creían que sería peor si me enfadara con ellos yo, que soy de los pocos humanos con los que se puede hablar. Pero al final, por miedo, tuvieron que ceder ya que la Pipa contaba con el apoyo del Martillo, la Escopeta de mi abuelo y las Tijeras.
10 de Noviembre de 1930
Hoy he convencido al dueño del Pombo para que me vendiera el espejito. Lo acabo de poner en mi pared. He regalado mi pipa a un amigo mío, muy político él. La culturacracia esta a salvo. La greguería sigue mandando. La belleza esta libre de cemento, he recogido unas cuantas hojas amarillas del suelo del parque y fingiendo ser un otoño furtivo las he tirado encima de estos papeles que ahora escribo.
22 de Octubre de 1930
Me abandonan los objetos de vez en cuando, se retraen, se cansan de mí y, como una novia caprichosa, me dejan tirado en este almacén polvoriento que es hoy Madrid.
24 de Octubre de 1930
Siguen sin aparecer, están ausentes, no me hablan. Al levantarme por la mañana entro en el despacho de mi torreón y ya no escucho los aplausos que antes me dedicaban mis queridos objetos. La muñeca de cera ya no pone cara de querer darme un beso y no poder, pone cara de cera sin más. La lapida que un día compre en el rastro ya no contiene el niño que un día fui. Solo hay silencio para mí.
25 de Octubre de 1930
Hoy he creído vislumbrar alguna esperanza de reconciliación. Estaba en el Pombo tomándome una copa muda de ron negrita mudo con mi libro mudo y mi libreta, sin anotaciones en estos días, cuando he sentido que me observaban. Alcé la vista para ver si algún contertulio se había adelantado a la cita al igual que yo. Nada, en Madrid era la hora de la siesta, en el bar era la hora de la siesta, y solo había un camarero que echaba la siesta mientras fingía limpiar la barra. Seguí leyendo, oyendo, por culpa de ese libro sin lengua, ni gato que se la tragara, mi monótona voz nasal haciendo eco, sola, contra la paredes de la catedral barroca que es mi cabeza.
Pero no, no había duda, alguien me observaba. Por el rabillo de mi ojo pude ver que un pequeño espejito, que colgaba en la pared, me sonreía. Ya decidido, lo miré fijamente, y él sorprendido, asustado, apartó la vista. Vi como un espejo más grande a su lado, con marco rococó, que era su padre, lo reñía severamente.
En fin, algo es algo, y de camino a casa, después de la tertulia, cuando ya todas las palabras vertidas habían tornado a sus nidos de golondrina, hasta me pareció que un gato me dedicaba una canción triste que tocaba con una espina de pescado.
28 de Octubre de 1930
Los ojos me impiden, siempre lo han hecho, ser un buen poeta, escribir en verso.¡Hay demasiadas cosas!¡Es todo demasiado grande¡¡Sería como querer guardar todo el Rastro en un bonito armario de madera barnizada! Ni siquiera llevo mi nombre bordado en mi ropa interior.
4 de Noviembre de 1930
Parece ser que estaban de huelga. Picaros. El alma comunista que tienen todos los objetos les impide amar a su patrón, y aunque sea un patrón bueno y comprensible como yo hay que derrocarlo de vez en cuando.
Por lo visto la idea surgió de mi pipa, me lo contó el tabaco. Hay que demostrar a este pequeño-burgués quien manda aquí dijo solemne el caballero Pipa mientras se mesaba su largo mostacho. Tardaron en llegar a un acuerdo, por lo visto, a algunos les daba pena, como el espejito del Pombo, y creían que sería peor si me enfadara con ellos yo, que soy de los pocos humanos con los que se puede hablar. Pero al final, por miedo, tuvieron que ceder ya que la Pipa contaba con el apoyo del Martillo, la Escopeta de mi abuelo y las Tijeras.
10 de Noviembre de 1930
Hoy he convencido al dueño del Pombo para que me vendiera el espejito. Lo acabo de poner en mi pared. He regalado mi pipa a un amigo mío, muy político él. La culturacracia esta a salvo. La greguería sigue mandando. La belleza esta libre de cemento, he recogido unas cuantas hojas amarillas del suelo del parque y fingiendo ser un otoño furtivo las he tirado encima de estos papeles que ahora escribo.
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Martica -