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MUCHO DADÁ

El Golpe

Me llamo Andrés. Sí. Me llamo Andrés y recuerdo un golpe y estoy aprendiendo a escribir de nuevo.
Muchos lloros cuando desperté. Mamá llorando cuando desperté. Mis hermanas llorando cuando desperté. Mi Papá también lloraba. Me dijeron que lloraban de alegría y yo no sé cómo se puede llorar de alegría, no lo entiendo. Yo lloro mucho, pero cuando estoy triste. Cuando intento andar rápido y me caigo, cuando me pongo delante del papel en blanco, como ahora, y no me salen las palabras que antes me salían, no me acuerdo de las palabras que antes me salían y por las que, por lo visto, yo era famoso. Palabras bonitas que me alegraban la vida, palabras que sonreían como ahora sonríe mi madre viendo que estoy escribiendo por primera vez en dos años, palabras, muchas, millones de palabras he escrito, hay varios libros en mi casa escritos por mi mismo, libros que intento leer y no comprendo y me duele la cabeza y hablan raro. Pero los escribí cuando yo era yo, luego vino el golpe y dejé de ser yo. Tampoco me hecho de menos, porque no me recuerdo, si recordara lo que pensaba antes sería el mismo que era antes, pero ya no lo soy y no me recuerdo y recuerdo que siempre he sido así, tonto, o algo así.
Noto que no soy el mismo en la mirada de las personas que quiero, que quería, me miran con pena y no entiendo por qué, si hubiera muerto lo comprendería, aunque si estuviera muerto no podría comprender nada y tampoco les vería la cara de pena que poner cuando me miran. Pero no me importa, yo los quiero. Qué complicado es todo. Sí. Es complicado este mundo. Pero para eso escribo, eso creo.
Me ha dicho mi médico que intente explicar escribiendo lo que siento. Que lo cuente todo, aunque no vaya a leerlo nadie. Bueno, él sí va a leerlo. Y yo lo cuento. A ver qué pasa. Quiero curarme. Aunque no sepa de qué tengo que curarme. Únicamente para que mi familia sea feliz.
Me ha dicho que lo cuente todo, que, para empezar, cuente quién soy y lo que hago y lo que me gusta.
Quién soy. Me llamo Andrés. Sí. Y tengo 35 años. Antes escribía mucho. Lo recuerdo, pero no recuerdo lo que escribía, cosas raras supongo, poesías y cosas imaginadas, pensamientos, lo mismo que hago ahora pero bien.
Me levanto todos los días a las 7 de la mañana. Me despierta mi madre. Desayuno un vaso de leche con colacao y unos bollos muy dulces, están ricos. Aunque recuerdo que antes me gustaba el café y me entran muchas ganas de tomarme uno y mi madre no me lo quiere dar, me dice que el médico me lo ha prohibido, que luego me pongo nervioso. Y eso me molesta mucho. Pero me callo. Luego me asomo un rato al balcón mientras mi madre se viste. Miro la calle, veo gente caminando, con muchas prisas y cara triste y me pregunto dónde irán y los miro desde mi ventana con los mismos ojos que ellos me miran a mí. A veces hay personas durmiendo entre cartones y pienso que deben de ser muy felices, haciendo siempre lo que quieren, levantándose a la hora que quieren, tomándose el café que les apetece y que, cuando me cure, seré como ellos. En invierno a la misma hora es más pronto, o más tarde, es raro, porque es de noche y la calle está triste.
Sé que suena estúpido, pero, a veces, cuando llueve, me parece que los balcones de enfrente están tristes, perecen bocas disgustadas, bocas que sufren, bocas de viejos con artrosis.
Sí. Suena estúpido. Pero ahora que es verano cuando miro la calle hay mucha luz, aunque es una luz rara como si las cosas estuvieran desteñidas, con menos color, como si los objetos no hubieran aun despertado del todo. Otra estupidez. Me va a reñir el médico. Sigamos.
Mi madre se viste y yo me visto, ahora ya me visto solo, ya he aprendido. Y salimos de casa de la mano. Me gusta caminar así, mi madre me hace sentirme seguro. Vamos al hospital y siempre cogemos un autobús rojo que tarda 15 minutos en llegar y que está lleno de mucha gente preocupada, caras arrugadas. También me dan pena. Miran al mundo con la misma cara con la que me miran a mí, con cara de pena. Yo no sé si antes era como el resto de la gente, pero quizás sea más feliz ahora. Creo que sí era como ellos, o peor, porque en los libros que escribía solo entendí que repetía la palabra muerte muchas veces, así, en grande, MUERTE. Qué triste.
Llegamos al hospital. El hospital me gusta mucho, es donde nace la gente y siempre que puedo me escapo a ver a los recién nacidos que son muy guapos y muy alegres y sonríen mucho.
Me recuerdan a albaricoques y mandarinas, que también sonríen mucho y son muy guapos.
Las enfermeras me conocen y me abrazan y incluso el otro día una mamá me dejó coger en brazos a su hijo. No pesaba nada y olía muy bien. Me sonrió y pensé que pesaba tan poco y era tan guapo porque estaba relleno de nubes, que en el cielo los fabrican con nubes, como aquí se fabrican las verduras en los huertos de tierra y ese pensamiento me alegró. Mi médico me dice que he tenido suerte, que el golpe podía haber sido peor, que podía haberme quedad vegetal, y cuando oigo esto me río y me pregunto que cómo puede una persona convertirse en vegetal y que tampoco tiene por qué ser tan malo ser una alegre lechuga, todo el día al sol, bebiendo agua por las raíces, tomando el fresco, sin ninguna preocupación. Pero no digo nada porque hay muchas cosas que no comprendo aunque me las expliquen. Al hospital voy para hacer unos tests muy complicados y unos ejercicios también complicados, juego con piezas, hago puzzles, y me lo paso muy bien y el médico me mira todo el rato mientras mira un reloj. Esto dura una hora. Luego volvemos a casa.
En casa veo la tele un rato, aunque no me gusta mucho, me aburre. Suelo leer los libros que puedo entender. Los cojo de la biblioteca de mi padre, que tiene un millón de libros en grandes estanterías. Me gusta ver las portadas y olerlos y tocarlos, siento que en ellos está mi cura, que tengo que leerlos todos aunque me lleve toda la vida. Muchos me recuerdan cosas, sensaciones, pero no me acuerdo de lo que decían. Pero me gustan. Tardo en elegir uno mucho tiempo y mi padre me ayuda a buscar alguno. Aunque lo pasamos muy bien buscando a veces mi padre se pone triste, como el otro día que cogí uno que se titulaba “la divina comedia” y le dije que ese igual me gustaba, que si era de risa mejor, y él se puso así como preocupado y me dijo que no, que no lo iba a entender, y que, además, ya lo había leído unas 100 veces, aunque no lo recordara. Mi padre es la persona más inteligente del mundo, si ha leído todos esos libros tiene que serlo.
La verdad es que esto me aburre un poco. No comprendo como antes, según me dijo mi padre, escribía todos los días horas y horas. Ya llevo escribiendo esto 5 horas y no noto ninguna mejoría, no me noto más inteligente. Pero tengo que hacerlo, mi familia quiere que lo haga, quizás ya soy más inteligente y no lo noto. Quizás no se note. Noto, sin embargo, que uso palabras que no sabía que supiera. Surgen mientras escribo y me pregunto de dónde salen, son muy complejas. Complejas. Ya lo he vuelto a hacer, quizás sí que estoy volviendo a ser más inteligente. No sé. Son bonitas las palabras y sirven para muchas cosas.
Ya no sé sobre qué más escribir. Ah, sí, lo que hago. Pero no me apetece nada, creo que no me gusta lo que hago aunque sí me gusta. No sé. No me apetece escribir nunca más sobre ello. Quizás podría escribir un poema como los que hacía antes. Es curioso que yo fuera poeta.
Aunque a los poetas les gustan las flores y a mi me gustan las flores, a los poetas les gusta la luna y a mi me gusta, aunque me da un poco de miedo, sobre todo cuando pienso cosas feas y creo que la luna quiere matarme, creo que la luna me odia por ser tan tonto.
Quizás, con un poco de esfuerzo, pueda escribir un poema como los de antes, pero sin emplear la palabra muerte. O quizás ya lo estoy haciendo sin darme cuenta, porque no recuerdo qué era la poesía y para qué servía. No, seguramente estaré escribiendo tonterías y mañana me riña mi médico cuando lea todo esto.
Yo sigo aburrido, pero estoy más tranquilo. No sé por qué. Mi padre dice que escribir es una droga y que una vez que empiezas no puedes parar, pero como yo no sé lo que es una droga no sé a qué se refiere. Y eso que he tomado muchas drogas hasta el golpe, recuerdo tomarlas pero no recuerdo lo que sentía.
No puedo escribir mucho sobre el golpe porque no me acuerdo y el médico me ha dicho que de momento es mejor que no recuerde. Pero me gustaría escribir sobre él. Escribir lo poco que recuerdo. Aunque me riñan. Aunque sea feo.
Recuerdo que era de noche.
Recuerdo que estaba enfadado.
No sé con quién pero estaba enfadado. Había gente a mí alrededor y mucho ruido. Recuerdo un baño muy sucio. Recuerdo que me agaché.
Blanco sobre blanco, pensé. Luego vino
el golpe.
Un golpe fuertísimo que casi me mata. Después del golpe,
nada.
Me han dicho que dormí durante medio año. Debía de tener mucho sueño para dormir tanto. Le dije a mi madre que tenía que estar muy cansado para dormir tanto y mi madre me dijo que sí, que estaba agotado. También me han dicho mis hermanas que una vez recuperado seré más feliz que antes, tendré más ganas de vivir. Y yo creo que nunca me recuperaré del todo y que tampoco debe merecer la pena volver a ser el que era antes para volver a golpearme.
Aunque me gustaría volver a escribir poesía.

14 comentarios

Marian -

Yo sin darme ningún golpe me he quedado como tu protagonista...

telecine -

A mi me pasa eso a veces, todo eso, pero como si ya hubiese pasado. Me pasa que me siento como en la fase de aprenderlo todo de nuevo, y tengo que observar a los demás para saber qué es lo que sabía. Ahora que he dejado las drogas pensaba que ya no me pasaría, pero es más frecuente. Esi sí, más barato, dónde va a parar.

PLANE -

La Ciudad De Cristal

Tristán Fagot -

Unque, ahora que lo pienso, mi motivación para este personaje era que había tenido un derrame cerebral por abusar de la cocaína... Extraño

Tristán Fagot -

Jajajajaja.Hace 10 años que no leo esa novela!! Qué curioso

Salud!!

Sr. S. -

Soy andrés. Ese no es mi verdadero nombre. Estaba oscuro como muy oscuro. En realidad soy Paul Auster. Ese no es mi verdadero nombre. Estoy vacío porque si soy Paul Auster no tengo mis recuerdos y no sé cuales son los de Auster. No sé, glapinjer, palabras bonitas, me las invento todas, estaba oscuro.

nada mal parecerse a Auster, yo hasta hace poco no había leído nada de él, pero ya me entró la fiebre. :)

Tristán Fagot -

Sí,desgraciadamente, soy Andres. Aunque ya empiezo a sentirme más inteligente. Sí. Un poco. Quizás.No sé.

Abrazos

lapiedraenlarayuela -

sé que es extraño pero mientras lo leía sentí que era usted andrés y que nos contaba lo que le había pasado.

menos mal, andrés
después de medio año nos tenías preocupados!

Raphael Dellagetto -

Si me doy un golpe así, diré que sí.

Tristán Fagot -

Hostias!! Es verdad si que se tira un aire!! Joder, en este mundo ya está todo escrito...
Aunque bueno, perecerme a uno de mis ídolos no está mal :-P

Sr. S. -

estos cabrones que han escrito antes que yo me impiden ser original, así que no lo voy a ser: muy buena!

P.D: lo de "cabrones" era broma, jeje. ah, me recuerda un poco el discurso de Peter al principio de Ciudad de Cristal, de Paul Auster, que pasó 9 años encerrado en una habitáción a oscuras porque su padre, un catedrático loco, le había encerrado; aunque, bueno, es diferente.

salud!

arsú -

hola, disfrutando la lectura.

odyseo -

Sigue así, recibiendo golpes y recuperándote y terminarás siendo un escritor. Menuda historia te salió.

Muy buena!

Monsieur Destouches -

Está usted recuperando la forma y la plenitud, mi querido Asturianísimo. Me recuerda (no pregunte por qué) a Arthur Cravan haciendo sombra sobre la cal en un perdido rincón latinoamericano, bajo una solana de cien mil hostias, rememorando haber sido el más extraño campeón de Francia, boxeando contra si mismo sin nostalgia.
Interesante idea la de un poeta-lechuga. Lírica y horticultura de la mano. Añada unas gotas de Confucio y tendrá el remedio contra todos los males de la Postmodenidad.
Besos:
Monsieur Destouches vs. Lord Sebastian Flyte (Boxing tonight looking back without anger)