Blogia
MUCHO DADÁ

Mi

Estoy solo en mi estudio. Siento la presencia de mis libros. Si me quedo muy callado y quieto creo percibir un zumbido que surge de ellos, algo así como el que salía del monolito de “2001 Odisea Espacial”. Aunque seguramente sean las moscas que vuelan en el centro de la habitación.¿Moscas a finales de Octubre? Yo soy el primer sorprendido, pero no soy biólogo o como se llame el que estudia los insectos.
Mi gato maúlla desde le otro extremo de la casa, es un maullido desesperado, angustiado, como si pidiera socorro. Lo hace muchas veces, no se por qué. Debe sentirse terriblemente solo y desconcertado cuando despierta de su última siesta. Aunque le grito, para que vea que no está solo, sigue en sus trece y los maullidos se hacen más desesperados si cabe. Este gato está como una cabra. Quizás en el mundo de los sueños piensa y puede hablar y cuando despierta se vuelve a encontrar encerrado en su mutismo, va cayendo poco a poco en el abismo de su irracionalidad, de su pequeño cerebro, hasta que vuelve a ser gato y viene, cariñoso, a mi regazo. Quizá por eso los gatos se pasan todo el día durmiendo; porque les interesa más el otro mundo que este, porque el otro es más justo.
Ella no está, ha ido el médico. Lleva unos días quejándose de un dolor en la espalada, a la altura de la segunda costilla, y por fin la he convencido para que fuera a un especialista, que seguro que no es nada, amor mío, que eres una miedica. Así que aquí estoy, disfrutando de la soledad de la casa.
Las casas acostumbradas al bullicio parecen otras cuando se quedan solas y en silencio. En cuanto ella se ha ido he hecho una ronda de redescubrimiento por las habitaciones, como si fuera un gran museo de lo cotidiano, nuestro museo. En nuestra habitación el gato, como siempre, había encontrado el sitio perfecto donde dormir y descansaba placidamente en el punto amarillo en la cama que el sol proyectaba al colarse por una rendija de la persiana que nos habíamos olvidado de subir, en este rayo de sol jugueteaba el polvo que no sabía teníamos. Mi mesita de noche, llena hasta el tope de pisos y pisos de libros, un cenicero a rebosar de colillas, varios bolígrafos, una libreta y varias cajetillas de tabaco vacías(qué desordenado soy). Su mesita de noche, casi vacía, únicamente un libro de lámina de los impresionistas franceses y una cajita de caoba donde guarda todas las noches los pendientes.
La cocina estaba congelada, como una fotografía antigua y el olor de la cafetera eléctrica me recordó que la apagara, que se iba a evaporar todo el sabroso café.
El largo pasillo, lleno de sus cuadros, de sus preciosos cuadros coloristas y alegres, cuadros de objetos inertes que bajo su pincel cobran nueva vida. Y llegamos al salón.
El amplio salón de techos altos y suelo de madera que cruje bajo mis pies. Las paredes llenas, cubiertas de tantos que hay, de más cuadros. Cuadros de ella mezclados con cuadros de otros. Cuadros que regalaron a mi padre amigos artistas suyos, como ese precioso árbol pintado por Carlos Sierra, o ese retrato en carboncillo que le hizo Fernando Alba cuando los dos tenían mi edad. La tele que nunca enciendo. Las estanterías repletas, combadas del peso, como viejos gigantes, de libros a los que nunca quito el polvo. Mis 512 cds de música, ordenados por época, como sustratos de mi evolución, los de nirvana y pearl jam, de cuando tenía 14 años, los de hardcore, de cuando tenía dieciséis años, y así hasta mis veinticuatro años divididos en 512 bandas sonoras, junto con los de ella; unos 100. Un viejo sofá, al que se le sale la espuma, las tripas, por los costados, pero que aun es muy cómodo. Un sillón rojo de imitación de cuero. En la mesita de centro miles de cosas, revistas apiladas, libros, cómo no, ceniceros, papeles, un envase de yogurt vacío.
Mi estudio. Mi ordenador. Mi espacio. Mi mundo. Mi quedarme sin nada más sobre lo que escribir, sin más ganas de leer. Y ella sin venir. Y todavía queda mucho para que vuelva, pues la convencí para que, al salir del médico, fuera a ver a una amiga suya que ha vuelto de Berlín, creyendo que podría yo solito llenar tantas horas libres. Mi soledad

3 comentarios

Sr. S. -

creo que compartimos la misma mesita de noche :)

Tristán Fagot -

gracias por el dato ;-), pero ya lo sabía...

lobo FeRoz -

el q estudia a los insectos es el entomologo