Tarde de Difuntos y Difusos
Esta tarde como todas
es tarde de Día de Difuntos,
lo anuncian los ángeles
en las copas de los árboles y...
los nerviosos dedos de la tierra, crispados, en vano intento de tocar el cielo.
Dedos de la más anciana de las ancianas, llenos de nudos, arrugados, muertos de frío, con uñas astilladas. La humedad reclama mi atención y, si acerco la nariz al suelo, huele a vida, a muerte, a gusanos, a regla, menstruación milenaria que vuelve siempre después de cada parto cotidiano. Y esto era hace siglos un bosque lleno de salvajes, ladrones y leyendas, de lobos poetas. Despiden al Sol sus criados y el pobre hombre fuma un cigarrillo que sabe a humus, a historia, a madera de castaño. Hay más animales de los que conoce el hombre, su ciencia, fluyendo, gritando, haciendo el amor, insultándose, en verbena de chiflados, en las tardes de Difuntos.
La función de colores está acabando y los pintores impresionistas regresan a sus casas satisfechos y yo me quedo rodeado amenazas, sobrecogido por la injusticia de otro día menos que vivir, de saberme tan poca cosa lejos de mis museos, mis libros, mis, mis, de mi caliente cama. Las metáforas que me arranca el viento las recogerá mañana algún jardinero.
Se que nadie me ha robado nada, ninguna sociedad me ha privado de mis derechos, ninguna jaula de mis sentidos, pero en medio de este mar de vida, corroboro con las ardillas que son todos unos hijos de puta.
Antes de irme cojo del suelo una castaña para recordar mañana que hoy estuve vivo. En la hora a la que muere el día muere también el tiempo y, durante unos instantes, en el paseo, saludo a hombres que aun no han nacido o que hace siglos que murieron.
es tarde de Día de Difuntos,
lo anuncian los ángeles
en las copas de los árboles y...
los nerviosos dedos de la tierra, crispados, en vano intento de tocar el cielo.
Dedos de la más anciana de las ancianas, llenos de nudos, arrugados, muertos de frío, con uñas astilladas. La humedad reclama mi atención y, si acerco la nariz al suelo, huele a vida, a muerte, a gusanos, a regla, menstruación milenaria que vuelve siempre después de cada parto cotidiano. Y esto era hace siglos un bosque lleno de salvajes, ladrones y leyendas, de lobos poetas. Despiden al Sol sus criados y el pobre hombre fuma un cigarrillo que sabe a humus, a historia, a madera de castaño. Hay más animales de los que conoce el hombre, su ciencia, fluyendo, gritando, haciendo el amor, insultándose, en verbena de chiflados, en las tardes de Difuntos.
La función de colores está acabando y los pintores impresionistas regresan a sus casas satisfechos y yo me quedo rodeado amenazas, sobrecogido por la injusticia de otro día menos que vivir, de saberme tan poca cosa lejos de mis museos, mis libros, mis, mis, de mi caliente cama. Las metáforas que me arranca el viento las recogerá mañana algún jardinero.
Se que nadie me ha robado nada, ninguna sociedad me ha privado de mis derechos, ninguna jaula de mis sentidos, pero en medio de este mar de vida, corroboro con las ardillas que son todos unos hijos de puta.
Antes de irme cojo del suelo una castaña para recordar mañana que hoy estuve vivo. En la hora a la que muere el día muere también el tiempo y, durante unos instantes, en el paseo, saludo a hombres que aun no han nacido o que hace siglos que murieron.
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antwad -